lunes, 24 de diciembre de 2012

Sobre lo miserable de lo cotidiano


Lo miserable  puede considerarse un estado patético, paupérrimo de algo, de cualquier cosa; miserables vemos en todo momento, la mayoría no está conciente de la  situación vacía en que adjudica sus pesuñas, esas sombras solitarias se esmeran por considerar y justificar sus acciones como si fueran algo  importante o que  valga la pena hacer, necesitan creer que existen.
Muchos escritores contemplativos han narrado y caracterizado la vida de estos anti-personajes, ell@s nos permiten asimilar ciertas empatías con estos héroes de lo absurdo, del patético   comportamiento humano; si nos detenemos a desviar la mirada y desembarazar ciertas trabas morales podríamos ver la absoluta pobreza material e intelectual que existe en nuestra  estúpida época:
*Miserable ese discursillo altanero-escéptico  con esas falsas sonrisas de comprendimiento y buenas intenciones.
*Miserable esos individuos que protestando por “justicia social” echan a patadas a los marginales de un metro 65, lloran la desigualdad comiendo sushi y hablando spanglish
*Miserables los debates que no apuntan hacia ninguna parte, y  los que saben que no dicen nada, miserablemente se cuestionan cosas solo por actitud,   en el fondo están lleno de mierda: mal enfoque de  necesidades primitivas
*Miserables eslóganes, comunicados, pancartas para sentirnos invisiblemente satisfechos y enfrentar mejor el cotidiano.
Asimilamos nuestras congojas y son nuestros caballos de batalla para anécdotas y búsquedas existenciales, intentamos convencernos de que en cualquier momento aparecerá dulcinea o el progreso vomitado que nos dicen cifras desde el bienaventurado estado de seguridad y manipulación morbosa, que aparezca una respuesta o que uno mismo la sea, pura tautología retórica.
La frialdad y el pragmatismo aparecen para desquiciar nuestras bizarras psicologías, y desaparecen los gestos, detalles, significaciones, manifiestos hermosos que la naturaleza en movimiento otorga a cada segundo.
No hay salida en el lenguaje dirán algunos, pero tampoco la hay en otro lado de que imbécil teoría de enajenados freaks.
Mientras esas familias conservadoras ni se imaginan las represiones mentales que sufre su hija, ese niño al costado fuma pasta base y no ha comido en todo el maldito día, y esto no es casualidad: miserabilísimo poético, decadencia  por mayor, Orwell ni Kafka hoy en día no serían tan originales, sino los verdaderos visionarios que ni el mejor delirio de Nostradamus hubiera vaticinado.
No existe ni el primer ni el tercer mundo, ni la clase media, ni paz, ni libertad, ni dios, ni futuro.
Miserable la desnaturalización, el suicidio lento de todo, el optimismo la mayor expresión de alineación e ingenuidad asumida.  El fanatismo musical, de hinchada, de patria, de Krishna, de la cultura francesa,  gringa, japonesa, mapuche, batos locos: ¡miserables!, como esa fijación paupérrima de ciertos reprimidos cineastas heterodoxos en el vanguardismo del cine independiente (que se le llama) de querer parecer creativos en su narcisismo sicopático. Ni el propio Van Gogh hubiera podido congelar este espectáculo roñoso y cruento.
Ya no basta con amargarse, no vale la pena, pero se puede jugar en el barro, ¡he ahí  la propuesta!, no arrugar la frente tanto y ver esta escena del infierno ¿Qué mas poético y redentor que destruir el infierno?, reírse, arrastrarse en la ética dominante como un mal chiste, conspirar para joder, jugar a los terroristas y quizás serlo derechamente.
Quizás la vida misma sea miserable, pero dejemos de exagerar, si esto ya se está pasando de castaño a oscuro, ¡¡que nuestra miseria sea la potencia de la rebelión!!  

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