Lo
miserable puede considerarse un estado patético,
paupérrimo de algo, de cualquier cosa; miserables vemos en todo momento, la mayoría
no está conciente de la situación vacía
en que adjudica sus pesuñas, esas sombras solitarias se esmeran por considerar
y justificar sus acciones como si fueran algo importante o que valga la pena hacer, necesitan creer que
existen.
Muchos
escritores contemplativos han narrado y caracterizado la vida de estos anti-personajes,
ell@s nos permiten asimilar ciertas empatías con estos héroes de lo absurdo,
del patético comportamiento humano; si nos detenemos a
desviar la mirada y desembarazar ciertas trabas morales podríamos ver la
absoluta pobreza material e intelectual que existe en nuestra estúpida época:
*Miserable ese
discursillo altanero-escéptico con esas
falsas sonrisas de comprendimiento y buenas intenciones.
*Miserable
esos individuos que protestando por “justicia social” echan a patadas a los marginales
de un metro 65, lloran la desigualdad comiendo sushi y hablando spanglish
*Miserables
los debates que no apuntan hacia ninguna parte, y los que saben que no dicen nada,
miserablemente se cuestionan cosas solo por actitud, en el fondo están lleno de mierda: mal
enfoque de necesidades primitivas
*Miserables
eslóganes, comunicados, pancartas para sentirnos invisiblemente satisfechos y
enfrentar mejor el cotidiano.
Asimilamos nuestras
congojas y son nuestros caballos de batalla para anécdotas y búsquedas
existenciales, intentamos convencernos de que en cualquier momento aparecerá
dulcinea o el progreso vomitado que nos dicen cifras desde el bienaventurado
estado de seguridad y manipulación morbosa, que aparezca una respuesta o que
uno mismo la sea, pura tautología retórica.
La frialdad y
el pragmatismo aparecen para desquiciar nuestras bizarras psicologías, y
desaparecen los gestos, detalles, significaciones, manifiestos hermosos que la
naturaleza en movimiento otorga a cada segundo.
No hay salida
en el lenguaje dirán algunos, pero tampoco la hay en otro lado de que imbécil teoría
de enajenados freaks.
Mientras esas
familias conservadoras ni se imaginan las represiones mentales que sufre su
hija, ese niño al costado fuma pasta base y no ha comido en todo el maldito día,
y esto no es casualidad: miserabilísimo poético, decadencia por mayor, Orwell ni Kafka hoy en día no serían
tan originales, sino los verdaderos visionarios que ni el mejor delirio de
Nostradamus hubiera vaticinado.
No existe ni
el primer ni el tercer mundo, ni la clase media, ni paz, ni libertad, ni dios,
ni futuro.
Miserable la desnaturalización,
el suicidio lento de todo, el optimismo la mayor expresión de alineación e
ingenuidad asumida. El fanatismo
musical, de hinchada, de patria, de Krishna, de la cultura francesa, gringa, japonesa, mapuche, batos locos:
¡miserables!, como esa fijación paupérrima de ciertos reprimidos cineastas
heterodoxos en el vanguardismo del cine independiente (que se le llama) de
querer parecer creativos en su narcisismo sicopático. Ni el propio Van Gogh
hubiera podido congelar este espectáculo roñoso y cruento.
Ya no basta
con amargarse, no vale la pena, pero se puede jugar en el barro, ¡he ahí la propuesta!, no arrugar la frente tanto y
ver esta escena del infierno ¿Qué mas poético y redentor que destruir el
infierno?, reírse, arrastrarse en la ética dominante como un mal chiste, conspirar
para joder, jugar a los terroristas y quizás serlo derechamente.
Quizás la vida
misma sea miserable, pero dejemos de exagerar, si esto ya se está pasando de castaño a oscuro, ¡¡que nuestra
miseria sea la potencia de la rebelión!!